bastará para callarte

con el temple duro de piedra sorda atendí los gemidos de auxilio,
pensé una palabra tuya bastará para callarte y cosí
en un estrecho abrazo, un lazo del cuello a la eternidad en un viaje de boca seca y lívido aire en humo de ceniza hundida en los restos de hangares de un pecho calcinado.
ah: y el garabato de un desesperado deseo, la obstinación que quiere agarrar y se queda con el rastro de una marca entre las uñas, que duró nada, segundos, hasta que no hubo más que pedir, hasta que no hubo
más que
una lombriz roja en la comisura que se arrastraba por la tierna estupidez de quien cree vivir sin sangre en sus venas; digo, en sus manos.
viciadas con el vaho del aliento, las sienes me dijeron que estaba vieja la pobre, que pisó mucho suelo. y el brazo pesaba corona plúmbea.
   y las sienes confundieron vahos de distintos climas y lecturas en la sopa turbia de
turbadas burbujas perdidas, el excitado aire que las sube, y el vacío en la caída.
 me decía que era buena la vieja, que anduvo muchos suelos.
y a pequeños sorbos fui volviendo. sentí como lentamente todo se restauraba,
que menguaba
mi paquete.

2 comentarios:

Crista de Arco dijo...

Lo importante es volver, de una manera u otra. Siempre.

Un beso o 2 ***

andres casciani dijo...

qué INTENSO!!