piedra sobre piedra

agua, piedra, sal sobre piedra, tierras
hiperbóreas. busco tu agujero
de pena muda, gorgona en destierro,
sueño de espejos, virgen de atenea.
jardín de estatuas cela tu condena.
miradas ciegas te custodian, pero
yo te deseo. ciegas por el miedo.
yo te deseo. tú duermes serena.
necesito verte, que tú me veas,
que pongas peso a mi sufrimiento,
y como pago: voz tornada astilla,
garganta, negro claustro de roca fría,
sangre en lava huyendo, alma en arena,
corazón en polvo, nada... aliento.
te doy mi vida. medusa, despierta.
talla, lágrima,
viento.

detalle

necesitaría un detalle, mientras la aguja recorra los segundos del reloj de arena, un detalle redimido por cada piedra enclaustrada en el muro al que Cortázar abrió una palabra y que yo he cerrado por exceso de corriente, por que las estalactitas soporten la madrugada como gotas los paraguas, para que se rompan los esquemas de lógica, que haga morada a un letargo que espera mi mejor traje, uno de esos que juegan con fuego, que tornan realidad de ventana en verdad tras la manta, que desempolva las ánimas de las sombras, parecido a dormir -pero no- o al papel ciego por la primera raya que casi siempre sale frontera, aunque busque umbral; un pequeño detalle al que pueda rezar por cuanto me avergüenzo de la coda, que acabe con la inocencia, la ternura y la compasión y todas las alumnas aventajadas de la naturaleza, para que los poetas vuelvan a sus tumbas y cierren y se traguen la llave de la tentación. un detalle tan pequeño que me permita darle la vuelta al mundo. tan insignificante como para acabar con todo lo que conozco.
y que de una manera inesperada va tomando forma
de olvido.