qué el alma se apiade

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qué el alma se apiade de nuestros dioses

de palabra y ceniza.

este lenguaje que me oprime,

y sólo recoge el aire de nombrarte, y

no te concibe,

el lenguaje que me queda,

el que he perdido,

palabras

que tengo en la punta del olvido;

qué el alma se apiade.



como el grito encallado en la garganta

como una herida abierta en el silencio

a la que llamáis vida


donde la bóveda se apuntala



arriba, donde la bóveda se apuntala, en la trastienda de la noche rociada de goteras,

la luna se abre la camisa y sus llagas, y saliva en las 7 notas de trompeta,

cristales sucios escaleras arriba, donde babel no alcanza, como un horizonte vertical, y monedas

gastadas con la cara oxidada de cruzar la estigia demasiadas idas y vueltasy otra vez ida, donde el cuello firme y la vena hinchada,

los huesos soportando la palidez que los viste y la sangre que sostiene la cabeza y la sangre en la cabeza para que el desmayo no entorpezca la llamada

a la eternidad, y la imagen, que después de atravesar un espejo tan espeso, tan cansada.