hidra

hidra;
¿a quién esperan
tus alientos de muerte
y     el veneno entre la sangre?
dime
¿por qué no muerdes
tus 7 lenguas
y pones fin
a     tanta palabra?
di
¿qué esperas
madre?

suenan las trompas de falopio

suenan las trompas de falopio
se deshilacha en pentagramas el llanto de la mañana
notas y soles colgados secándose al sol
cielos cubiertos de vidrios y hormigón en cubierta
y la vela soplando a la rosa de vientos
y en sus espinas clavados barcos de papel
embisten a las olas tinta de octópodos sincopados
no saben
no supieron
enfrentarse al castillo de arena picos y palas
y cubos de hielo a la deriva en whisky de malta
tazas de café descafeinado cortado de máquina
a vapor de mercurio sostenido en su órbita
saturno cede la corona de espinas
marte descansa
niños alzan sus voces de destrucción masiva
el iris de los arcos cambia de color
la vista quebrada en la flecha que atraviesa las cuerdas vocales
y los cables de luz y la red de carreteras
enredan al vástago de la vid
con nudos borromeos en re menor
soles y notas musicales y silencios doblados y planchados
con olor a blanco de llagas de la inmigración
noches cubiertas de vidrios y hormigón a cubierto
de la vela que se apaga a tenor del saxo tenor
la calefacción de gas irradia las noticias de las 11
a las 12 tribus que tejen nuevos compases
fibras hebras retales
la urdimbre con la que se trama
el pentagrama
de mañana

el deseo


apareces enseguida despistada tu paso tartamudo
de cervatillo en alerta inocente tierna prudente
con la prudencia de quien descubre el mundo con ojos de niña
el flequillo riñe abiertamente con tus pestañas por abanderarte la mirada que
me encuentra siempre y lo juro por dios y abres las pupilas en dos lunas negras con gravedad como para absorberme el alma y qué sé yo un millón de vidas
el deseo envuelto con peso de aire fatal sube el pulso del pecho a las manos de las manos al pecho al labio la lengua que se enreda en mentiras de eternidad y placer agónico
mapas topográficos topológicos de paraísos escondidos en los reinos insondables de tu sexo bajo y sobre un cielo de tormenta de cama hasta la conmoción final al gobierno del último trueno que imprime el último beso en tu mejilla afectada donde me quedo esperando –a- que te decidas
y me susurres al oído que suspira con el rocío por las sábanas esquivando vacilaciones titubeos camino del alivio que ya se vislumbra
también te quiero
te vacío y tu mirada escapa hacia algún astro que luce en el techo sabor de sal en la boca me doy la vuelta saciado y henchido y no entiendo
bien lo que parecía ser buenas noches papá



recuérdame
qué hacemos
      aún
       aquí

ramera

el polvo acomodado
manso sobre las sábanas que de aquellas
fueran tensas velas soportando las fuertes embestidas de alisios
se alteró ante el desplome de la vieja ramera
de cubierta desconchada
abufonado maquillaje
amarillo el blanco de los ojos
los ojos secos huecos vacíos
atrapados en la red arrastrada de la fatiga que invita a perderse
mientras hunde su esqueleto en un crujido compartido con el crujido del catre
en imágenes yuxtapuestas
improvisadas por un pretérito simple sin sueños de princesa
que nació y que fue de barrios donde se nace y se es sabida
y donde sin embargo y de vez en cuando inyecta fustes con los que mantener al día lejos
o se le escapan miradas a un cielo de noche esquivando el acoso de muros enrarecidos
al acecho del primer signo
de esperanza para caer en cascada sobre el deseo de los miserables
en-callándolos en el estrecho del tiempo y dejando como único escape
de aire la eterna letanía repetida a los cuatro pliegues de las sábanas y la mugre que las arropa

“con las pollas que he tenido que chupar
la de pollas que habré mamado”
por qué nadie me dijo
que las estrellas
 también     
queman.
ya me dirás
qué coño te regalo
yo ahora.              

cada trinchera abierta en la piel

cada trinchera abierta en la piel, terrario de voces hacinadas alzando el gaznate,
cada delirio ahorcado en las agujas del reloj,
cada sacrificio a la bruma, trazas de baba de gusano que vagan como asteroide errante
o medusa entre corrientes por inercia, sin deseo, necesidad, ni instinto, ni accidente,
cada razón que encuentra su abismo, cada sol que se ata los zapatos,
cada vae victis cada quodque tandem que dilata la vergüenza de respirar al tiempo que un viento se resbala por los bolsillos con cada sed
de asedio de sanguijuelas,
cada conjunto irreal de la memoria,
recuerdos de gasolinera, colillas encendidas a lomos de hospital,
cada giroscopio, telescopio, estereoscopio, microscopio y caleidoscopio y todos los opios de la tierra, y estetoscopio, cada huésped que oye sólo el sonido de uñas y pelo.
cada genio que inyecta cianuro en su manzana, cada huida tangencial,
cada soplo en que me siento incapaz de dejar al arbitrio del aire los ayes y tanta mierda que rodea
varada en las infinitas playas que serpean los límites de la conciencia y sus valles.
por cada día en que hundí mi peso de piedra, di la espalda a mi espalda y sentí el escozor en la boca del anzuelo, la fragancia del deseo, el instante de gozo, el espasmo de placer, cada vez que el rabo busca coño, cada coño que se abre, cada polla que se hunde, cada signo de morir en la corrida y loción convulsa, y ojos estremecidos en el blanco de cada sacudida fatal.
un nuevo pulmón en el serial que aviva la tragedia.

cada vía láctea,
cada firmamento con pulso tembloroso, cada verso, universo, multiverso, cada uno de los infinitos mundos paralelos con sus pueblos enterrados por el tañido graznido de campanas, y la histeria propagada con el óxido en la onda del sonido,
la sombra milenaria del primer dolmen que arrojó el cincel en espera de la primera tacha,
los embustes medrados en los reinos de la taxonomía ¡la jerarquía, la gerarquía, y la gerarkía! cada sagrada falta de ortografía.
la sílaba y sus 40 ladrones, perdida entre las páginas del diario, la mano que escribe
palabras que incubaron ser y mentira, rencor, venganza, vergüenza, esperanza y demás -y nunca de menos- fantasmas estampados en realidad sin nombre, exclusiva de hambre y diente,
cada súplica por no avergonzar a la coda antes de que lo obvio derive en obviedades,
y resolver con votos en blanco el blanco de miras.
cada tótem, plegaria sin cobertura, increpación al cielo, ostia en la mesa del altísimo, música coral atragantada por la espita que se clava en el barril de brent,
cada océano en llamas o llama de mareas que envía espectros para desempolvar el alma de prometeo y cada uno de los 10.000 hígados desgarrados por el pico del olimpo,
cada paso arrastrando las llagas de la boca hasta cruzar el averno y enjuagarlas con las aguas del lete, y
cada callada,
cada error limpiado con betún del tártaro, las 50 cabezas de los hecatónquiros y sus 100 brazos y los 100 menos 1 nombres de dios, y cada cuenta del rosario más las 5 de propina,
cada noche desgajada, bajo la que me siento
el acontecimiento más triste de mi vida.

cada certeza de cama o de ventana, publicidad de parabrisas, sábana inhalada, de afuera y sus puntos, de adentro y sus comas,
la mente roída por el ángel del yo,
hinchada de orgullo                   
alentando
el frío aliento de la historia,
-kai panta
matayotes, quejumbre sorda-
roída por los ramos de flores mortuorias entregados al doblar la curva,
por la escuadra que rompe los 90 grados,
por los grados de alcohol que vomita la mañana,
la huella vespertina del cristal,
la evasión, la invasión crepuscular
por el espejo encorvado,
y por cada vez que el hastío se hastía de sí mismo
y la mudanza en la que me veo y busco un punto ciego
donde dirigir mis rogativas,
y evitar
cada nueva visita del miedo
que ahoga en una niebla asfixiante de espanto, enjambres zumbando al oído del vértigo y un escalofrío que descarga sus naves
eléctricas
en las regiones más oscuras de la imaginación,
la imagen torturada, el encuentro trastornado, y el aire agónico por cada luna que se muere fuera de órbita.

cada
espera de la misericordia ungiéndome
hasta la punta del pelo, enfrentada por entero y eternamente
a los muros de la locura.
por un par de monedas, un paseo y dos copas, y un brindis por
cada coqueteo y cada baile
con la dama del fondo.

cada día el mismo día conservado en formol,
cada trepanación que libera de alaridos los lamentos de la vida
apagando su música, el pulso en sordina,
hasta que no quede más voz,
hasta que no queda
más voz                         

-tacet-

que la del gallo reclamando
el nuevo amanecer
de cada día.