arriba, donde la bóveda se apuntala, en la trastienda de la noche rociada de goteras,
la luna se abre la camisa y sus llagas, y saliva en las 7 notas de trompeta,
cristales sucios escaleras arriba, donde babel no alcanza, como un horizonte vertical, y monedas
gastadas con la cara oxidada de cruzar la estigia demasiadas idas y vueltas, y otra vez ida, donde el cuello firme y la vena hinchada,
los huesos soportando la palidez que los viste y la sangre que sostiene la cabeza y la sangre en la cabeza para que el desmayo no entorpezca la llamada
a la eternidad, y la imagen, que después de atravesar un espejo tan espeso, tan cansada.