la tarde es blanda, hundida. olas tildan
la puesta. crestas tallan poco más
que un marco (callo siempre) calmo hoy,
espuma que el ocaso cierra sin
enfado; tregua, pausa, mar sin fuego, ni ganas,
ni embustes, ni embistes…
sin embargo,
vaivenes gimen fugas. por la piel
se pierden tras el canto del sudor,
que pisa duro sobre el viento con
su tinta de noche rayando luz.
se eclipsan curvas, cuervas a señal
del vaho, cruzan señas en la cruz.
corrientes abren lances entre el gas,
confunden brumas. dudas van detrás
de espejos por y para soplos de
pistas, lindes. iris clavan la vista.
se aparta lejos del alto del palo mayor
la aciaga apatía, y zumban destellos fríos.
y los flujos, fuera del pentámetro yámbico,
silban en el tránsito de un instante.
por las venas
se aferran fuerte labios y pulmón.
y gritan, chillan, piden ciegos, al mar.
a tientas surcan límites propios.
la sien y el puño tiemblan hacia el sur,
que llama dentro al nervio,
ahí donde el dedo vibra de fe:
la tierra… tierra, ¡tierra!
¡tierra a la vis…!
a leguas, muchas leguas.
a muertos, muchos… a cuántos y más
metros de distancia.
-fe de erratas: “versos blandos” por “versos blancos”-