estrellas verdes



por tu cocina
aparecieron
las 2 únicas
estrellas verdes
del firmamento
y se te comían la cara

aquel día
las últimas 2
estrellas verdes
preguntando
si quería café
para acompañar


cuatro columnas




cuatro columnas soportan la noche, cuatro fugas sobre neones, tejados, antenas,

de raíces que reptan por adoquines, la calleja, al fondo de la esquina, con el peso de la náusea mojada,

meadas de alcohol de cartón como de cartón es la colcha que queda al fondo, empujada al fondo de la esquina por la misma gravedad que empuja al vómito.

en la savia brotan bulbos de carne escarnecida, aleccionada,

y sigue curso a través de bocas de estiércol, mueve dientes de chicle y cierra pinchados huesos ensabanados por la palidez en posición fetal,

y sacude piernas hormiguero de tierra embarrada con idea de alejar la idea de que algo mora dentro y está comiendo miembros.

entre el amasijo alámbrico de basura, dos tubérculos encuentran un cruce de líneas, ciegas, ojos huecos, cuatro leños, secos, que se encuentran...

-tú y yo y que se pudra el cosmos-

cuatro. cuatro columnas negras soportando el tiempo (dos a dos)

que tarda la normalidad en reprogramarse.




en el empeño





en el empeño
un cielo neto
sobre alguna paloma
un parque de ciudad,
un plátano de hojas           calladas,
un banco,
nombres grabados              a navaja
en el respaldo
pulidos por espaldas,
lluvias y viento,
y un adoquín roto             en el suelo,
una brizna de hierba,
que sale
y tierra.

10 metros,
15,                           20 metros de tierra
por donde mi sangre pulsada
desde otro pueblo             sumergido
apenas sí percute
y se coagula en
la red
de alcantarillas.

en el empeño
de                            seguir
    trepando.






te sostienes



te sostienes
pero el calor de la brasa dibuja encrucijadas naranjas y amarillas en las proximidades
las redes confabulan en torno a ti se reúnen se oyen conspiraciones crepitando a tu alrededor
el negro avanza con su línea encendida coronando la cima de las colinas cerrando humeantes puños y se acercan las lágrimas que chispean
te sostienes
pero te oigo jadear, y tu vientre crece y decrece en burbujas azules
de tus entrañas surgen rabiosas llagas desesperadas enormes llagas que al reventar te desparraman por el blanco de la nada
el entramado de nervio puro espera nervioso que te hundas en su trampa y caigas
pero te agarras
tus rasgos se pierden, tu cara se borra, hierve tu frente hierves
supuras nostalgias y veneno pasión y desprecio sueño de futuros imposibles infinitos detalles abismales matices
y es que parece imposible todo aquello dentro de algo tan pequeño
te agarras
aunque ya apenas te distingo ni distingo las cenizas del resto y todo toma un mismo tono gris ceniza que cubre todo de ceniza y humo gris
donde andan tus restos y quiero recogerte el pelo recoger el beso con que jugábamos donde andan tus restos
no te veo tu nombre se ha esfumado entre la chimenea no sé de tintas
pero
si te escribo de nuevo

para qué las pestañas




para qué las pestañas
soy yo quien llueve la mañana
y esta boca de hoy
con su lengua
para qué

si no me la sé tragar.



ecos

un espacio cerrado por voces a destiempo
percutiendo sincopa copa das en las redes
de la consciencia que rever que bera
descompasadas ondas que reverbera en ondas
ondas super ondas puestas desmembradas redes
brando la palabra acento la red de palabra
timbre tono no
que parecían de brando la síncopa
palabra solo soplo timbre
que se parecían alejaba de en soplo
habitaciones en cerradas
supurando alejaba habi tambores cían
ecos rebotados ad infi fini nitum
balbuceo tono no que tados un zumbido
de fondo balbuceo tono
de dos cían inde cían finible
viento metálico finible
acompañando a dúo
de viento ventisca desértica y tambores
cascada fría que fondo dúo de tambores
ecos venían recono de cerme gritando
cuando supe rado que timbre no todo aquello
era todo aquello era yo
y que me estaba
cuando quedando me supe aquello que gritando
todo en ecos quedando
de cían tivamente sordo.